Sobre las manos
Caminaba por la séptima y vi de lejos a algún conocido que caminaba nerviosamente al otro lado de la avenida. Pequeña paradoja, pues en realidad es alguien a quien apenás saludo, de modo que es difícil conocerlo, y mucho más, saber si estaba nervioso. Pero de alguna forma estaba seguro que sí estaba nervioso. ¿Qué lo delataba? La posición de sus manos al caminar. Simpático detalle.
(Tengo un amigo que se fija compulsivamente en estas extremidades, otorgándoles un inesperado y bizarro carácter seductor. Se enamora de unas manos, como yo de unos ojos pero, ¿quién le quita esa fijación?)
Mi "conocido", alto, flaco y de piel enfermizamente blanca, andaba con una pesada maleta a su espaldas, pero balanceaba la simetría cruzando sus brazos enfrente de su pecho. Equilibrio de masa, supongo, pero delatadoramente nervioso. Extraña pose para caminar en zonas hostiles.
Pero las manos hablan duro; hay otro conocido cuyas manos no conocen el aire pues han vivido eternamente dentro de cualquier bolsillo que encuentran. Individuo simple y aburrido, que no da nada ni arriesga que el viento le quite sus manos.
Tengo una amiga que tiene manos livianas que se pasan ágilmente por mi cara y pelo, acariciando con cariño rabioso. Me gustan esas manos, pero se las voy a cortar. Sólo para que no acaricie a nadie más.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home