Lo que más me gusta de usted es que no existe
Hoy me encontré a toda tu familia menos a ti a la salida del cine. O a la entrada. Da igual.
Hoy vi a tu sombra pasar, y cuando buscaba a la dueña me atropelló un carro.
Anoche soñé con usted. Algo bastante raro. Hablábamos.
Esta noche soñaré con usted. Algo raro y ojalá en un jardín. En el Jardín. Allí te ves más linda. O sólo linda. No va al caso.
Le tengo mil preguntas y usted ninguna respuesta. Distribución desigual de los recursos.
No puedo creer que todavía siga escribiendo para usted… o para mí, exorcizando demonios.
Y no te vuelvo a saludar porque se me olvidó tu nombre. Tu nombre imaginario, el que nunca ibas a utilizar.
La situación es tan absurda que me puedo permitir desdibujar cualquier límite con tal de hacerle entender que me ahogo en sus ojos y que su mirada me parte en mil pedazos. Que su voz me nubla y me confunde y aunque sé que no es saludable me encanta arrullarme en esa devastadora ambivalencia. (¡Qué frase!) Quisiera conocer a tal personaje. ¿Será una ficción?
Lo que más me gusta de usted es que no existe.
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