De lo único que sirve esta distancia es que he aprendido a moverme con otros pies, en otro cuerpo, en otro espacio. Si no me imagino que estoy ahí a su lado, caigo hondo dándome cuenta que no estás ni acá ni allá. Alimento mi vida en este jardín de huesos sólo para poder seguir imaginando que estoy en ese cementerio de pétalos, donde lo imaginado sólo es eso y nunca nada sale mal. Sólo si yo quiero. Imagina, imagina, todo es tan bueno a tu lado que
necesito imaginar un dolor para recordar que sigo acá, que hace apenas un segundo te fuiste, que no entendí el adiós sin siquiera haber saludado.Es que eso de darse cuenta que nada es como uno quiere es muy duro, y por eso seguiré allá metido. Si me necesita no es más sino que me toque el hombro, hombre, pues aún mantengo una unión con este mundo al que a veces vengo de vacaciones. Ella es lo más de querida, no pelea ni rezonga ni reprocha, venga y se la presento que de seguro se van a caer bien. Yo la dejé sentada en ese frontón de esa casa que se está allá detrás de ese árbol, diciéndole que ya venía, que iba por mis papás, amigos, socios, enemigos, desconocidos, pa’ que vieran cómo le pedía y le juraba amor eterno y ella decía claro cómo no.
Es esa que está sentada en esa mesa llorando por otro. Sí, sí, la de la mesa al lado de la ventana que le escurren las gotas, no mentiras, ya no llueve, es de día y la ciudad está sola (¿a qué horas se desocupó?) y yo entró y me la llevo, así sin pagar la cuenta y tan campante como quien no ha pedido el postre, y la dejo sentada en el frontón de esa casa y yo le digo que me espere que ya vengo que voy por una gente. La dejo bien sentada y ella ahí quietecita y paciente sólo mira y sonríe pero no dice nada, pues si le soy franco no me acuerdo mucho de su voz pero sí estoy seguro que igual no dijo nada pues yo así se lo pedí y ella me mira con esos ojos grandes y no dice nada.
¿Cómo? ¿No la ve? Debe ser porque hoy se puso ese vestido blanco que yo le acompañé a comprar con el primer sueldo que me gané traduciendo recetas de platos, con albahaca y perejil, al francés en una revista que se llamaba “Cahiers du Cinema” y sólo ella leía. Ahí fue como la conocí. Me escribió una carta a la redacción en el francés más pulido, con un correcto
passé composé, con el
subjonctif, y los
ouis del
avoir aimé porque estaba complacida de
regarder mi amor por la albahaca y el perejil, que si no era mucha molestia nos veíamos en un restaurante que no sé dónde queda pero que siempre le llega el sol de la tarde.
Yo llegué, pero llegué tarde y ya estaba ahí con alguien y lloraba. Yo entré, pero entré tarde pues lloraba-llovía-llevada y yo me la llevé-llorando-lloviendo. Todo eso en el momento justo en que se podía caminar por la ciudad pues había aprendido por ahí que la nueva moda no era caminar, sino flotar pues así se siente más el piso (no entendí al comienzo muy bien porqué, pero me explicaron, y entendí que las cosas se sienten más cuando no están) (y esa es la gracia de flotar). Camarada le juro que nunca había sido tan feliz y yo creo que es por eso que no la ve sentada allá en ese frontón, porque tiene envidia y por eso usted anda diciendo por ahí que dizque yo me invento mis recuerdos pa’ tramar incautos(as).
Pero qué va, yo lo que hago es recordar mis inventos pa’ tramarme a mí, que soy el único incauto de esta casa sin frontón.
Julio 10 del 2006